REVELACIÓN DE LA PORTADA

 

 

¡Tenemos portada! ¡Qué digo portada! ¡Portadón! ¡Por fin! ¡La Prisión de los Sentimientos ya está aquí! ¿¡Que por qué hablo a gritos?! ¡Es que estoy muy contento!


Ya está. Hoy no voy a hacer más bromas porque el tema es serio. No todos los días uno presenta la portada de su nuevo libro. Y he de estar a la altura de las circunstancias. Seré más serio que una suegra el primer día que vas a comer a su casa.


Lo primero de todo: Hemos cambiado de ilustrador. Solo queda agradecer a Javier su gran trabajo en los dos primeros libros. Me gustaría recalcar que lo hizo de forma desinteresada, como un buen amigo. A mí no me gusta rodearme de gente que me cobra. Supo entenderme a la perfección. También ha revisado con ojo crítico esta nueva portada. Me ha ayudado durante esos cinco segundos diarios que me da por pensar y dudar. Luego, vuelvo a poner la mente en blanco. Y el audio de entre dos y tres minutos que me ha enviado dando explicaciones ha perdido algo de interés para mí. Pero lo escucho igual. Ah, y muchísimas gracias, que he dicho que me iba a poner serio. Estas van a ser las últimas bromas, lo prometo.

Para la portada del tercer libro hemos contado con Miguel Vararte, un gran ilustrador que ha puesto toda su ilusión en esta obra para que tengáis una portada tan bonita. Ojo, porque es la primera ilustración personalizada que tenemos de un personaje de mis libros. El seleccionado ha sido la Parca, siempre fue mi favorito, aunque muchos no lo creáis.

No os preocupéis, yo a este hombre tampoco le voy a pagar. Pero ni un duro, eh. Mi morosidad antes se olvidaba por los lazos de la amistad y la nunca recomendable (depende de con quién te juntes) confianza. Ahora, el pago de mis deudas se verá obstaculizado por la distancia que nos separa a Miguel y a mí. Y que él no sabe dónde vivo. A Javier lo tengo que ver por Cariñena. Hostias... Bueno, ya lo solucionaremos. Miguel, si lees esto, tú estate relajado. Que estas cosas de las transferencias tardan. Si ves que en mi Whatsapp ya no te sale foto, no es porque te haya bloqueado ni nada. No me escribas por ahí. O sí. Total, tampoco me va a llegar ningún mensaje.


Vayamos al lío. Voy a enseñaros el proceso de trabajo. Los diferentes bocetos e ideas que han pasado por mi cabeza y las manos de Miguel hasta llegar a la portada definitiva.

Era la primera vez que contrataba a un ilustrador para hacer un trabajo desde cero. Ha sido todo mucho más rápido de lo que imaginaba. A lo que me he querido dar cuenta, ya había terminado. Parece que todas las primeras veces tienen eso en común.

Yo llevaba dos ideas. En primer lugar, la que más me gustaba, era la que hemos acabado haciendo. La Parca en la prisión, mientras escribe un libro en el que vuelca su pasado. Sus traumas, sus miedos. Con una ambientación lúgubre y tenebrosa. En una celda austera. Que se viera reflejado el pesar que experimenta en el momento. Como veis, lo hemos hecho a la perfección. Yo describo, él dibuja. Somos un equipazo.

La segunda idea era hacer una daga ensangrentada junto a un diamante. Me parecía más cutre y simple. Pero se lo propuse creyendo que iba a ser más barata, que encajaría más dentro de mi presupuesto. Eso le dije a él. Para que se creyera que iba a pagar. Veréis, esto es del capítulo primero del manual del hijo de puta. La mentira es un arte refinado que manejo a la perfección. Si yo le hacía más de una proposición intentando abaratar el precio, él creería que estaba dispuesto a pagar de verdad. Se confiaría.

Además, me dijo que ambas ilustraciones costarían lo mismo. Así que no sirvió para nada. Pero hay que ser precavido.

Total, que se puso manos a la obra. Y enseguida me mandó varios bocetos. Fueron estos:

 

 

 

Ahora diréis, ¿dónde coño están los bocetos? Eso me gustaría saber a mí. No sé qué he hecho con ese correo. Pero es igual. Me mandó cinco bocetos diferentes. Con el personaje en distintas poses mientras escribía. Miguel dijo que le gustaba más la imagen 5. Y aquí, señores y señoras, viene lo importante. Tengo que reconoceros una cosa, aunque me duela: yo no tengo ni la más remota idea de estos temas. Para mí los dibujos son como el vino o las mujeres; sé si me gustan, pero nada más sobre ellas. Y a veces ni eso. Pero claro, yo tengo una imagen, una reputación. No puedo dejar que la gente piense que yo no sé sobre algún tema. Soy como Ogrime. 

Así que me hice un poco el remolón, fingí que dudaba. Sopesaba los dibujos mientras los observaba con el gesto torcido. De vez en cuando, levantaba la cabeza y miraba a Miguel con la mirada más condescendiente de la que soy capaz. Abrí la boca, para coger aire, como si estuviera a punto de decir algo. La volví a cerrar. Y negué con la cabeza, a la vez que dibujaba una sonrisa de satisfacción. Como si hubiera alcanzado un conocimiento que los demás no pueden llegar a comprender, y, por tanto, no merece la pena expresárselo. Me puse a silbar, distraído. Dejé que los nervios hicieran mella en él mientras juzgaba y decidía. Al rato me di cuenta de que hablábamos por el móvil. Sin vernos. Pero mi actuación fue magistral.

Total, que dije que la mejor era la imagen número 5, como había dicho él. Y pasamos a la siguiente fase. A los días me envió esto (ahora sí que hay fotos):





Hecho a lapiz. Para que tuviera más clara la composición. Cómo dibuja el cabrón. La emoción me embargó cuando me di cuenta de la gran portada que iba a tener. De ver por primera vez a Efe plasmado en algo más allá de mi imaginación. Fui nervioso a contestarle con un escueto: "No está mal". Es que claro, no voy a dejar que se venga arriba. Imagínate que se piensa que tiene más habilidad que yo. Eso no se puede tolerar. Pero que no os dé pena, que le mandé otro mensaje: "Falta mucho trabajo, ¿no?". Pero con un tonillo de cabrón, ¿sabéis? Como si le quisiera decir que no es gran cosa. Me entendéis, ¿verdad? Yo creo que se me da muy bien ser un gilipollas.


Pero la tortura que yo mismo me infligía para aparentar que no soy un ignorante no tenía fin. Que eligiera la paleta, me dijo. ¿Cómo?, le dije yo. La única paleta que conozco yo es el pueblo del Pokémon Amarillo, pensé. Donde vivía Ash antes de irse a cazar bichos y ganar medallas.

Tengo que saber si la quieres más cálida o más fría, insistía enseguida. Contestaba muy rápido, para no darme tiempo a pensar. Entonces, me relajé. Creí que tenía todo bajo control. A mí me gusta más el invierno, le respondí. En verano lo paso muy mal con el calor. Por lo siguiente que me dijo, intuyo que mi respuesta le pareció una tremebunda gilipollez. Mejor no lo transcribo aquí. Pero para resumir: Le dije que me mandara una cálida y una fría, para que yo las viera y pudiera elegir. Que se dejara de rollos. Fui más borde porque me sentí débil al hacer el ridículo con lo del invierno. Seguro que me entendéis.

 

La cálida:


 

La fría:
 

 

Por si acaso vosotros estáis pensando lo mismo que yo pensé en su momento: la diferencia es que la cálida tiene colores más claros y la fría, más oscuros.

Ahora venía lo difícil. Tenía que elegir. Pero estuve a la altura de las circunstancias. Le envié lo siguiente:

La cálida me recuerda a una caricia de la primavera, a los rayos de sol que se posan en la hierba verde. Al primer chapuzón del verano. A una pradera cubierta de flores. Al abrazo de una madre y al beso de una novia. Al capullo de una flor que se abre y saluda al cielo salpicado de esponjosas nubes.

La fría, a una noche de tormenta. Cuando estás tapado con una manta, metido en tu cama, y escuchas el viento helado y sibilante golpeando contra los goznes de la ventana. Me recuerda a los días más fríos del invierno, cuando todo está en calma y cuesta respirar. Al impacto del cierzo en el rostro durante una madrugada, mientras se cuela por todo tu cuerpo y te atenaza.

Y aquí fue cuando me sacó de quicio por completo. No lo impresioné. Me instó a que eligiera, como si yo no le hubiera abierto mi corazón en canal. No hizo el más mínimo comentario. No me halagó. ¿Cómo puede uno sobrevivir sin los elogios de un desconocido? ¿Qué he de hacer? ¿Forjar una autoestima y creer en mí mismo sin depender del reconocimiento de los demás? ¿En serio el mundo es tan cruel?

Mirad, estaba tan enfadado, tan indignado, con el orgullo tan herido por su falta de cumplidos por las frases que había escrito (solo he copiado de otro libro una de ellas), que pasé dos días sin responderle.

Hasta que él volvió. Creí que había aprendido de sus errores. Que vendría arrastrándose y suplicando mi perdón. Abrí su mensaje y me quedé como la paleta fría: "Viendo que no te decides, ¿qué te parece que hagamos una combinación entre los colores cálidos y fríos? Podemos jugar con ello. Aportar más color a la zona más cercana a la vela. Un tono más frío conforme nos alejamos de ella. Para darle tenebrosidad (es que encima también goza de buen vocabulario). Podemos jugar con las luces". 

No contento con no pedir perdón, se pone a hablar como si supiera. Y es que lo peor de todo es que sabe. Bueno, no, lo peor es que sabe más que yo. Controlé mis nervios. Me convencí de que había perdido una batalla, pero no la guerra. Confié en darle la vuelta a la tortilla. Le contesté con un: "Vale, si tú lo ves bien...". Ansío que en los puntos suspensivos dejara clara mi rabia.

En este punto de la historia, yo deseaba que hiciera un mal dibujo. Os cuento un secreto: Hay veces (muchas veces) que no puedes superar a los demás. Así que solo te queda esperar que se la peguen, que se igualen con tu mediocridad para sentirte menos desgraciado. O eso pensé que pasaría.

Así que los días siguientes, mientras esperaba que completara el dibujo, viví un auténtico infierno. No comía, no dormía. La ansiedad me invadía. Revisaba el móvil a cada minuto. Confiando en que me llegara su trabajo en forma de fracaso para explotar de alegría.

Ayer, de repente, me sonó el móvil. Miguel. Tengo la portada definitiva, atiné a ver en las notificaciones. Con dedo tembloroso y el corazón acelerado, y una sonrisa de triunfo en mis labios (soy muy optimista), abrí el mensaje y vi esto:


 

 Mi sonrisa se desdibujó. Mira que me jode decirlo: es un portadón. No puedo hacer otra cosa más que resignarme. Aprenderé a convivir con el peso de la derrota. Ya tengo experiencia en unas cuantas.

 Procedimos a despedirnos (espero que para no vernos nunca más). Deseaba tenerlo delante para apretarle la mano con toda mi fuerza hasta escuchar el crujido de sus huesos. Pero solo me quedó el triste consuelo de pulsar las teclas con desprecio. Hasta le di las gracias, para que veáis lo educado que soy. Encontré a Miguel aliviado durante la despedida. Como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Supongo que le costó mucho trabajo putearme y dejarme en mal lugar constantemente. En fin, he de reconocer que, en el fondo, muy en el fondo, en lo más profundo del abismo, me ha caído bien. Igual hasta le pago.


Os dejo sus redes sociales más abajo, por si queréis contratarle o hablar con él. Necesita urgentemente conocer a alguien que no sea como yo.


BONUS TRACK:

 

—¿Cuándo sale?

—¿Eh?

—¿Que cuándo sale el tercer libro?

—Ah, pues mira, yo muchas veces voy por la calle, con la capucha puesta para que no me reconozcan. Y aun así, escucho que me gritan: ¡Fran, saca el tercer libro!

—¿Y qué le contestas?

—¿Que qué le contesto?… Tranquilo. Esto es solo el principio.

 

 

REDES SOCIALES DE MIGUEL

 

TWITTER: @MiguelVararte

 

PÁGINA WEB 

 

¡Ah! También es escritor. De terror. El mismo que he sentido yo cuando he pensado que también podía superarme en esa faceta. Ha publicado dos novelas. El Emblema del delfín y Vinieron a llevarse sus almas.

¿Sabéis lo peor de todo? Tienen buena pinta.


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